lunes, 14 de mayo de 2018

DEBATE


Tras la lectura de estos dos artículos propuestos “Una escuela para Juan (Arbea y Tamarit, 1999) y “Modelos Educativos para una vida de calidad (Tamarit, 2005), me gustaría realizar mi aportación personal.
 En primer lugar, decir que me han parecido una serie de consideraciones muy realistas y acertadas con la situación actual en la que se encuentra nuestra educación: nuestros centros escolares, nuestras aulas y sobre todo los más importantes que son nuestros alumnos y alumnas.
Las personas que nos dedicamos cada día a trabajar con niños y niñas observamos, analizamos y reflexionamos sobre todas ellas, creo que prácticamente a diario, puesto que vemos in-situ estas situaciones como las que nos cuenta el artículo sobre Juan. Por otra parte, conocemos a una gran diversidad de niños que hace enriquecer a nuestras aulas y a nosotros mismos puesto que aprendemos y estudiamos a cada niño individuamente y por tanto sabemos cuáles son sus necesidades particulares y como consecuencia trabajamos y luchamos para conseguir sacar adelante a todos ellos, conseguir esa calidad de vida que todas las personas nos merecemos y tenemos el derecho a tener, a través de un aprendizaje sobre todo funcional y significativo para nuestros alumnos.
Muchas veces, los maestros nos vemos “poco apoyados” por las administraciones educativas, en el buen sentido de la palabra, pues nos harían falta más recursos personales y materiales en nuestras aulas, más herramientas inclusivas para conseguir el verdadero bienestar de esos niños que más lo necesitan. Y sobre todo lo que más necesitamos muchas veces los propios docentes, es ese apoyo moral y emocional. Pero creo que todo parte además de la concepción social que también nos mencionaba en el artículo. Pienso que debería cambiar y abrir la mentalidad de gran parte de la sociedad puesto que ello ayudaría a cambiar el sistema educativo en lo que se refiere a atender más y mejor a todos los niños y especialmente a aquellos que tienen una desventaja física, intelectual, social, emocional, etc. Necesitamos un depósito de confianza de la sociedad en la educación y en los maestros. Y para ello, el aspecto que me parece fundamental en la vida, en las relaciones con las personas en todos los ámbitos: son las emociones. Veo muy necesario el trabajo de las emociones de todos nuestros alumnos y no solo de los alumnos TEA por ejemplo, así como de las familias y padres de nuestros alumnos. Pues pienso que en nuestra sociedad falta mucha sensibilización y empatía hacia los demás. Si cada persona comprendiese mejor el corazón del otro, las cosas serían más sencillas. De esta manera muchas actitudes en los propios alumnos también cambiarían pues entenderían mejor las situaciones de sus compañeros, pero para eso veo fundamental el trabajo de las emociones. Y esto no parte solamente de nuestras aulas sino que parte de la sociedad en sí misma. Creo que los maestros que vivimos nuestro trabajo al máximo y tenemos la necesaria vocación para ejercerlo, somos los más conscientes de la situación y de las reflexiones y consideraciones que nos manifiestan estos artículos.
Por todo esto, agradezco a mis compañeros de profesión esta lucha que llevamos a cabo diariamente por la inclusión en nuestras aulas, por la normalización en la medida de lo posible de nuestros alumnos en su proceso de enseñanza-aprendizaje, por perseguir la calidad de vida de todos nuestros niños y niñas, de su bienestar personal, emocional y social.

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